El Marqués de Sade y el selfie

Dibujo original del Marqués de SADE

Copyright © Carmen Monje Solar

      Las perversiones sexuales del marqués de Sade fueron muy conocidas en su época. La eficiencia de sus “redes sociales” le proveyeron de gran visibilidad, tanta que su nombre dio vida a una palabra en muchos idiomas-sadismo, sadism, sadismus-. Y a casi tres siglos de su nacimiento -en el año 1740- su fama no ha decaído. Y aunque no poseyó un selfie sus panfletos y narraciones volaban de mano en mano por todo París -la ciudad de donde era oriundo-. Tal vez el problema del marqués fue, justamente, el exceso de visibilidad. Mostraban sus mensajes una amplia gama de ritos, perversiones sexuales y crímenes abominables cometidos en personas débiles que provocaban placer sexual a las personas pertenecientes a las clases dominantes. El placer a partir del sufrimiento y la muerte de los más débiles retrató a las altas esferas de la monarquía absoluta imperante y de la Iglesia Católica, así como a los empresarios acaudalados – generalmente protestantes- y sus esposas que deseaban ansiosamente acercarse al poder… Se vieron expuestos públicamente la doble moral junto con los extremos del autoritarismo… ¡Y en pleno Siglo de las Luces!... No le podían perdonar la divulgación de los ritos disolutos y despóticos de la aristocracia del Ancien Régime y de altos jerarcas de la Iglesia Católica expuestos con dibujos y textos llenos de humor corrosivo e ideas desestabilizadoras. Y Sade fue encarcelado. Las prisiones y los manicomios pasaron a ser su hogar durante casi toda su vida. Su prisión final fue la famosa Bastilla. Fue mandado a recluir allí por el rey Luis XVI, poco tiempo antes de ser guillotinado por su pueblo en una de la rebeliones populares más sangrientas reportadas por la historia -la Revolución Francesa- que empezó, justamente, con la liberación de los presos de la emblemática prisión. Y junto con ellos Sade salió en libertad…   De haber podido divulgar una imagen más real de sí mismo, distinta a la de sus escritos y a la que divulgaron sus detractores, tal vez nos hubiese contado que fue una víctima eterna, que sólo conoció el encierro en pútridas cárceles y manicomios, acusado de crímenes no cometidos. De pornografía y no de tormentos y asesinatos -para provocar su disfrute sexual- hubiese podido ser acusado al día de hoy y castigado con una pena que no excede los 2 años de cárcel.  O de delito político si se desea ser más exactos… Y es que era tan grande su aversión a las torturas y a la sangre que renunció al honroso cargo que le ofreció Robespierre, líder de la revolución y artífice del reinado del terror y muerte que sobrevino en Francia luego de la revolución.

 

Copyright©Karin van Groningen Chiriboga

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