Copyright © Carmen Monje Solar

     ¡El Narciso ha logrado atraer la atención sobre su persona desde hace al menos treinta y nueve siglos!... Y es que ya en el siglo XVIII a. d. Cristo los griegos le cantaban al Narciso, que había nacido de la unión del dios del río Cefiso y de la ninfa Liriope. Estaban encantados con él… ¡Ignoraban que habían sido víctimas de su embrujo malsano!... Ignoraban los griegos de aquellas épocas que la necesidad de hechizar era la condena que los dioses le habían impuesto al joven Narciso por haberse negado a enamorarse de la ninfa Eco y luego del joven Ameinias.  En venganza lo obligaron a enamorarse de sí mismo. Y fue tan grande su auto enamoramiento que cayó en las aguas de un manantial, cuando incapacitado para otra cosa, abrazó su propia imagen autoadorada… Fue el médico Sigmund Freud quien lo rescató y de ello hace solo dos siglos ¡Treinta y siete siglos pasó el Narciso abrazado a sí mismo en las aguas de ese manantial!... Y el médico psiquiatra lo llevó de inmediato al hospital. ¡Está enfermo! —dijo. Es un enano que no pudo crecer… ¡Un “enano” emocional! —gritó súbitamente con vehemencia.  Es por ello que, ahora siendo un adulto, sigue manteniendo un yo infantil, grandioso y poco realista que necesita continua admiración —explicó el doctor—. Necesita que crean que es muy importante y especial y que lo traten en correspondencia con esa idea… Por eso se autopromociona constantemente manipulando la realidad e introduciendo cambios en los hechos. Por ello vive pendiente de los demás para sacar provecho de ellos a favor de su imagen fantasiosamente manipulada, mientras simula un amor que no siente, incapaz  de entender los sentimientos y las necesidades ajenas. Autoimagen construida a su antojo que usa para tejer una red de dependencias psicológicas —siempre conflictivas—. Pero nuestro Narciso, concluye el Dr. Freud, es en realidad muy envidioso e inseguro sobre su propia valía, lo que le provoca visibles estados de infelicidad y de frustración que se disparan —sin control— cuando no recibe los favores, la atención especial, el reconocimiento o la admiración que cree que merece. Cuando no siguen sus recomendaciones expertas…  Lo cierto es que el Dr. Freud y el hospital —o el manicomio—no encontraron la cura a esta enfermedad y ese  “enanismo emocional” parece haberse propagado conforme han seguido creciendo las masas humanas en el mundo. Y es solo en el siglo XXI, cuando tenemos el “instrumental médico” que permite observar la pandemia abiertamente —descarnadamente—. La tecnología detrás de las redes sociales y de los selfies delata a los millones de “enanos emocionales” que habitan en el universo como si se tratase de un poderoso microscopio, facilitándoles la manipulación para construir aquel mundo de fantasía en el que desean exponer y promocionar su imagen.  Manifestaciones que se extienden como la pólvora entre grandes grupos de jóvenes y no tan jóvenes “emocionalmente inmaduros” poniendo en duda la tesis freudiana de la enfermedad y devolviéndolos al mundo mitológico de la Grecia Antigua. ¿Usted qué opina?

 

Copyright©Karin van Groningen Chiriboga  

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