La noche

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   Camina por la carretera con inmensa dificultad tratando de llegar a su casa, pero la densa oscuridad se interpone haciendo muy lento su avance. Al llegar a ella abre la puerta con violencia para encender presuroso las luces. Sorprendido observa las viscosas y húmedas huellas de la nocturnidad esparcidas sobre sus ropas. Y también sobre los pisos. Hasta los muebles cercanos están impregnados con la pastosa y densa negrura… Algunas oscuras salpicaduras cuelgan de los techos al modo de inmundas estalactitas. Asustado corre al espejo más cercano temiendo observar las gelatinosas trazas de negritud cubriendo sus mejillas y toda su frente. Con solo verlas se limpia sus facciones en fiera batalla. Ni una traza desea ver de ese obscuro y denso entorno que lo invadió súbitamente mientras caminaba por la carretera y que desde ese momento ha deseado apoderarse de su vida. Temiendo una nueva intrusión lo escudriña desde la ventana abrigando la esperanza de ver desaparecer al pertinaz intruso. ¡Alexa, Radio Swiss Classic! —le ordena al dispositivo electrónico conectado en su sala. El Rondo a capriccio opus 129 de Beethoven inunda cálidamente la estancia. ¡Recurso imbatible! —se dijo… Pero sin poder evitarlo corre de nuevo a escudriñar a la densa negritud por todas las ventanas de la casa, que impasible permanece instalada frente a todas ellas a la espera de poder entrar para invadir con su presencia todo lo que en ella habita. Tratando de alcanzar algo de alivio camina por el comedor en busca de un vaso de vino mientras eleva el volumen a la música. Pero el acoso del negro entorno exterior no cesa ni tan siquiera cuando conversa telefónicamente con uno de aquellos amigos olvidados sobre un pasado compartido retocado por la imaginación. Y es que las persistentes y amenazantes variaciones luminosas de los bombillos no han dejado de recordarle su inmensa vulnerabilidad... Presintiendo la cercanía del enemigo lo busca dentro de los gabinetes de la cocina. En el closet y en las gavetas de los muebles de su dormitorio. Lo busca hasta bajo de la cama… En su mente se instala la certeza de que solo un toque ligero a algún interruptor de la electricidad es lo que media entre su persona y el persistente enemigo.  Un toque que puede ocurrir con solo un pequeño traspiés... Una fracción de segundo es lo que le tomaría al intruso para arroparlo en su totalidad. Para enceguecerlo… Para acabar con él… ¡Al instante, el tropezón ocurre y la consciencia de su propia humanidad solo le dura unos segundos…

 

Senftenberg, febrero 2022

 Copyright©Karin van Groningen Chiriboga

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