La poesía escrita con clavos

   ¡Los clavos grabados en nuestras mentes! “Ese es mi Leitmotiv” confiesa a la Deutsche Welle el escultor alemán Günther Uecker (1930). Habla tal vez de los clavos que fueron incrustados en nuestras mentes por nuestras madres y sacerdotes a muy temprana edad. Aquellas hirientes estacas de hierro macizo que estuvieron presentes en nuestro primer acercamiento íntimo con ese hijo de Dios que se nos apareció bañado en su propia sangre. Impactados quedamos por su profunda resignación… Poderoso modelo reforzado a través de los medios de comunicación de cada época —la piedra, los óleos, los vitrales, la imprenta y más recientemente los medios radiofónicos y televisivos— al que han obligado durante tantos siglos a las personas a adecuar su conducta. Un modelo que se esperaba que obligase también la conducta de los reyes, no por azar desde el año 1312 los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico portaban un clavo tomado de la cruz de Jesucristo incrustado en su corona. Lo cierto es que los clavos han tenido un papel estelar no solo en el cautiverio mental sino físico de las personas. Han sido clavos —junto a gigantescos candados, cadenas y muy negros cuellos y tobillos— los que facilitaron el sometimiento de ejércitos de personas en el África. Y en casi toda la América. Y su dibujo en una mejilla, junto a una S en la otra, realizado con ardientes brasas fue su identificación inmediata y definitiva —Sclau—. Una huella que ha quedado en el alma de sus biznietos habitantes hoy en día de los cinturones de miseria de muchas de sus ciudades. Efectos colaterales modernos del gigantesco comercio humano...  Y han sido con clavos —junto a alambres retorcidos— con los que se segregaron a los judíos en los campos de concentración nazis… Y esos largos y flacos cuerpos grises a medio clavar en las blancas superficies de los óleos del escultor alemán incrustados unos muy cerca de los otros con idéntica separación, rememoran también a las masas humanas contemporáneas, sometidas por el poder, integradas por personas indistinguibles en sus individualidades. Indudable es también que una mirada desde otro ángulo podría hacernos pensar en la fuerza libertaria que nace de entre esas miles de cabezas sobre sólidos cuerpos hermanados por las mismas circunstancias. Y ese podría ser el mensaje más significativo del escultor alemán. El mismo que transmite el Cristo en la cruz del otro gran artista que fue Salvador Dalí (1904-1989, España). Un Cristo, carente de clavos y sangre cuyos brazos abiertos, cual poderosas alas brillantes, está dando inicio al vuelo liberador…

 

Caracas, 25 septiembre 2020 

Copyright©Karin van Groningen Chiriboga

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