Mucho han intentado sus opositores para sacar a Donald Trump de la carrera presidencial… sin éxito alguno pues el candidato por el Partido Republicano está usando a su favor un recurso poderoso del que poco se habla... Se trata de la protección que le brindan las barreras construidas y vigiladas por los ciudadanos que obligan al más estricto cumplimiento de las leyes que, como fronteras infranqueables, lo están ayudando a salir de su aparentemente muy difícil situación actual en la que ha sido declarado culpable de delito grave por el Tribunal Supremo del Estado de Nueva York. Y es que aun cuando en aquel país igualitario –como son los Estados Unidos de América– los ciudadanos han aceptado la decisión de culpabilidad del señor Trump, justamente por estar apegada a las leyes, además de haber sido dictada por jueces de carrera y “más allá de toda duda razonable”, esas mismas leyes no le impiden continuar su carrera electoral por la presidencia de los Estados Unidos de América. Es esta conducta colectiva que se aferra al cumplimiento estricto de las leyes que se apoya, en gran parte, en el respeto por la prensa libre y transparente, un tesoro cultural anidado en la mente de sus ciudadanos que se ha heredado de una generación a otra, al igual que ha sido heredado aquel otro know how colectivo, que induce a negociar su aplicación. Valores culturales que llevan a aceptar decisiones judiciales no apegadas al derecho, motivadas por el dinero, las amenazas o por el miedo al uso de la violencia, dictadas por jueces y tribunales seleccionados a conveniencia de unos pocos, propio de las sociedades muy desigualitarias.  Es por lo que los candidatos presidenciales que se contraponen en la batalla electoral en estas sociedades enfrentan severas y limitantes restricciones en las elecciones y durante el tiempo de la campaña, ellos exponen sus propiedades y se encuentran en libertad condicional… o peor, con un indulto a la vida –en riesgo de ser revocado– que depende de la voluntad de las minorías empoderadas—o incluso solo de uno—. ¿Opina usted igual? 

 

Copyright©Karin van Groningen Chiriboga