Los monstruos modernos y la banalización del mal
Serie collages políticos-literarios
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¡Es solo cuestión de tiempo para que todos quedemos enredados en la madeja del mal! O para que nos percatemos de ello, que en realidad es algo muy distinto, puesto que enredados hemos estado desde aquella edad en la que tenemos mayor control sobre nuestras acciones y sin embargo no lo ejercemos. Y es que para hacer daño a otros no se necesita ser anormal —cualquier cosa que ello signifique— o un monstruo. Se sostiene que los narcisistas lo hacen de continuo, manipulando su imagen pública para sacar provecho de todos aquellos a quienes puede alcanzar, sea su familia o su país, característica que a final de cuentas en la mayoría de los casos, no se le da mayor relevancia más allá de la de determinar un tipo de personalidad. Pero es que tampoco se necesita tener una personalidad narcisista para hacer mal a los demás. Las personas comunes y corrientes sin importar su tipo de personalidad lo hacen sin mayores conflictos morales o emocionales cuando participan en organizaciones criminales poderosas que es la explicación de la filósofa Hannah Arendt (Alemania, 1906-1975) al exterminio de más de 6 millones de judíos de parte de la muy “normal” oficialidad nazi (https://filco.es/hannah-arendt-destripar-mal/). Pero lo cierto es que tampoco parece ser necesario estar involucrados en una organización criminal para estar enredados en la madeja del mal, como lo mostraron los alemanes “normales” de mediados del siglo XX que poco trataron de impedir las atrocidades nazis, aun cuando sabían de ellas, puesto que ocurrían en la casa al lado de la suya de donde sacaban a rastras a sus vecinos para no volver jamás… O como nos lo recuerda el veterano de guerra Douglas Petti, ingeniero de vuelo de la Royal Air Force británica en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, quien hasta el día de hoy se lamenta de haber bombardeado a la población civil alemana. “No hay derecho ni razón para ello” le dijo en días pasados a la BBC World en su extraordinario programa “We were There”. Comportamiento que tiene algunos parecidos con el del europeo “normal” que por siglos conoció y participó en la trata de esclavos negros, otro tipo de “fábricas de la muerte” o peor aún, fábricas de “cadáveres vivos”. O con el del del europeo “normal” del siglo XXI que conoce de las profundas desigualdades sociales y económicas en el África, en el Medio Oriente y en América Latina consecuencia directa de esa economía esclavista o de otros emprendimientos violentos sin resolver y de sus atroces efectos sobre la población civil. Lo cierto es que a pesar de los gigantescos avances en las comunicaciones —o debido a ellos y en particular al incremento de las fake news producto de la Inteligencia Artificial que nos confunden e incapacitan para juzgar y pensar individualmente— el mal banalizado atraviesa como una larga serpiente toda la madeja social. No, no, no se necesita ser un monstruo ni un demonio para hacerle mal a los demás, que es a lo que se refiere el Secretario General de las Naciones Unidas cuando llama al mundo a dejar de considerar a los derechos humanos una especie de lujo solo accesible para algunos elegidos (https://fusernews.com/antonio-guterres-los-derechos-humanos-no-son-un-lujo).
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