Notas útiles para cumplir con la agenda del viaje a la calurosa Sevilla
Arrastra con dificultad su maleta en la estación del tren, tratando de alcanzar la escalera mecánica que baja y se pierde en la oscuridad. Mientras se aproxima a aquel amenazante conjunto de escalones que se mueven a distinto nivel, observa la larga fila de turistas y a la muchacha gordita, blanca como la nieve, de larga cabellera del color del sol que con apuro se van alineando ante sus ojos. Debido al fuerte calor, lleva la joven unos pantaloncitos cortitos, cortitos, que parecen no cubrir nada… De esos hechos con tela muy suave, casi transparente. Tan suave es la tela que se mece acariciadoramente con sólo mirarlos. Tan anchos son aquellos pantaloncitos que flotan por los aires al mínimo movimiento. Sin quitar la mirada de la fila de viajeros que son engullidos vorazmente por el monstruoso animal mecánico, el caballero arrastra su maleta hacia aquellas tenebrosas fauces ansiosas de devorarlo. Los estremecimientos de las gordas y rosadas nalgas que se mueven con apremio delante de él bajo la sedosa tela captan de inmediato su atención al tiempo en que su maleta tropieza y se enreda… Lleno de azoro mira al piso tratando de fijar sus ojos en su moderno baúl, mientras que como si no le importase el inminente apremio de la escalera mecánica, una línea de suave tela se introduce abruptamente en la larga raja de las nalgas, debido con seguridad, al excesivo sudor que claramente se observa en todas las facciones. El movimiento acompasado de aquel trozo de tela mientras es masticado por las grandes nalgas, hace que la maleta se tropiece otra vez. Con tozudez, se da vueltas reiteradamente amenazando con abrirse, lo que lo obliga a volver la mirada -una y otra vez- en búsqueda de su incómoda acompañante de viaje, mientras que resiente las voces provenientes de la otra fila de turistas que se ha formado detrás suyo que le conminan a cometer ese especie de harakiri que parece acontecer en las profundidades de la estación del tren. Pero sus ojos, casi con vida propia, se sobreponen a toda urgencia y vuelan hacia las blancas nalgas que ahora chocan violentamente entre sí en el afán por ingresar a las aceradas y muy eléctricas fauces, escupiendo a pedazos la delgada tela que tenían firmemente mordida. Lo cierto es que el movimiento errático de los ojos masculinos entre la maleta y las rellenas nalgas que, debido a la carrera, se muestran por momentos en casi toda su plenitud, amenaza con una estruendosa caída colectiva por las largas, tenebrosas y profundas escaleras. La intervención de la blanca diosa, que se hace a un lado consciente del apremiante peligro que corre su vida y la de toda la fila de personas que van delante suyo, es lo que logra centrar al caballero nuevamente en su camino y evita aquella inminente, pero innecesaria visita al hospital que ya parecía formar parte de su agenda de viaje a Sevilla.
Sevilla, julio 25, 2021
Copyright©Karin van Groningen Chiriboga